“Mañana paso a darte un beso, linda”.
Estaba escrito en una servilleta sobre la mesa que ella eligió, la de todas las
semanas.
Durante más de tres años no tuvieron la
suerte de encontrarse; el mozo, que ya los conocía, limpio la mesa pero dejo el
mensaje. Cortado en jarrita Daniel por favor, mientras leía el papel.
Saco el celular de la cartera. Abrió
whatsapp y escribió “te encontré, gracias lindo, que tengas un buen día".
Lo entrañaba, realmente lo entrañaba.
Él ya estaba en la autopista casi llegando
a Liniers cuando escucho su teléfono, si no era ella seria Rodri que le avisaba
donde iba a estar ese día para que pueda pasar. Pero era ella.
Un poco más cerca del corazón tenía la
lapicera que lo invitó a firmar la servilleta. Respiro aliviado.
La extrañaba, realmente la extrañaba.
Se escribieron de a ratos; él no le dijo
nada nuevo, ella siempre leía entre líneas.
Donde nos cruzamos pregunto un globito del
whatsapp.
Él apretó el teléfono en su mano. No lo dudo. En la costanera sur y
da igual si llovizna otra vez, total cubro tu alas con mi abrazo.
Se extrañaban, realmente, y se entrañaban.
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