domingo, 13 de diciembre de 2015

antes de cerrar el año, subo también algunos cuentos, aqui va uno de ellos

Mediodía

Eligió la mesa y dejo sobre ellas un par de carpetas oficio, una bolsa de farmacia y un atado de Marlboro.

Llego hablando por teléfono y continuaba haciéndolo cuando la moza terminó su turno. Eran las 14,30hs pero eso no es relevante.

Al principio parecía rutina, un trámite más de alguien con el apuro de siempre, discutiendo o, al menos, pidiendo explicaciones.

El tema no debía ser nada fácil porque, además, en todo momento sus dedos se aferraban a un cigarrillo entero; entero y encendido. La moza, apenas vio que acercaba el encendedor a su boca, le alcanzo un cenicero a la mesa.

Se levantaba de la silla y caminaba hasta el medio de la calle siempre sosteniendo con una mano el celular en su oreja y con la otra un cigarrillo.

Volvía, lo apagaba, encendía otro y así. En un momento se sentó. Había elegido una mesa afuera, del otro lado del vidrio los clientes charlaban y almorzaban respirando aire acondicionado. Una señora sentada frente al afiche de un nuevo Té le pidió a la moza, con gestos,  probarlo.

Lo miré con detenimiento. Sus manos temblaban mucho, pobre hombre pensé, quién sabe qué problemas tendrá. Ya no parecía un acto rutinario.

Mientras él seguía con el celular en la oreja, con la otra mano revolvía la bolsa de farmacia. Ahora el cigarrillo estaba apagado.

La moza se acercó y le dijo algo, él se levantó entró con sus cosas y eligió una mesa frente a la publicidad del nuevo té. Salió a la vereda, cortó el llamado, marcaba, hablaba, encendía un cigarrillo más, a esta altura la mano que lo sostenía gritaba gesticulando al aire. Su cara se enrojecía. Apagó el Marlboro, recién encendido, en la vereda.

Raro, cinco cigarrillos en fila, enteros y apagados sin fumarlos. Entró y se sentó; revolvió de nuevo la bolsa de farmacia que había dejado sobre la mesa. Entre las cajas de medicamentos se asomaba Historia de una piltrafa, de Lorenzo Silva. Ahora atendía de nuevo el celular y comenzaba el ritual.

La moza ya se había cambiado miró el reloj y eran justo las 15hs, su relevo ya estaba en la cancha asique saludó a sus clientes habitué, que le tocaron la panza preguntando si era nena o varón, y se fue. La señora que había probado el Té pidió la cuenta.

Desde la mesa vi de cerca sus manos que, además, sudaban exageradamente. Me levanté y me acerqué al mostrador para dar aviso, me parecía que ese hombre atravesaba un ataque de pánico. Volvía a sentarme y él metía, una vez más,  una mano en su bolsa de medicamentos. Alcancé a verlo empapado como quien se hiela de fiebre. El aire acondicionado estaba a la temperatura de la comodidad para todos, menos para él.

Justo terminaba yo de hablar con la encargada cuando se escuchó un ruido raro, como una balacera de gotas, un impacto blando y firme al mismo tiempo.
Aunque el relevo de la moza, con mucho esfuerzo, estuvo casi una hora limpiando, la mancha quedó estallada sobre la publicidad del nuevo Té Relax entre arándanos y frutillas y no dejaba de chorrear.


El hombre seguía ahí sentado. Había cambiado un cigarrillo por una pequeñísima Derringer calibre 22. Ya no temblaba ni se veía enrojecido, más vale atónito, con sus ojos bien abiertos y fijos en el cuerpo de la mujer que yacía frente a su mesa, con el rostro desfigurado por el impacto y parte de su materia gris en el piso.

viernes, 20 de noviembre de 2015

X

por mirarte
en las baldosas
me pierdo
me cuelgo de una nube
donde tu cara se ríe 
a carcajadas
me río con vos porque 
el gris ayer
que debía ser hoy
y salio el sol
ya no sera mañana.
porque es hoy
siempre es hoy

jueves, 19 de noviembre de 2015

En todas las palabras

Por oler si estabas en mis manos
y saber al gusto del brillo de tu boca
mis ojos fueron pasos apurados
mis lunes fueron cielos con violetas.

Por brindarme al sinrazón con más remedio
remedié lo que se calla en las palabras
más no pude darte el cuenco que se anhela
sin hacerte respirar entre mis ruinas.

Por morirme en vos, con vos, en horas libres
estudié de la química y la alquimia
los verbos y los versos más ocultos
los silencios que estallan cuando vivo.

IX



Te vi,
lo has notado?
tu voz cardíaca
se agita
se inquieta,
se sospecha
                         Aún tiemblas.

Mi piel quema
encima de la ropa
me confieso desnuda
                        Podrás cubrirme?

La boca
respira el mismo beso.
                         Atrapalo.
Tus manos
sostienen las caricias.
            Aquí estamos.
                        Podré desenredarte?

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Contar contigo para siempre

Habían pasado sesenta años desde aquellos 16 y 22 que encontraron a Sandra y a Pedro mirándose por primera vez cuando los presentaron. Sin embargo, parecía que Pedro aun no se daba cuenta que podía contar con Sandra para siempre.

¿Locamente enamorado? No, él no era ese tipo de hombres que se rinden a lo sentimental, o no lo sabemos. Lo que si podemos afirmar es que Pedro era un tipo romántico, siempre dispuesto a soltar su voz por los aires con melodías que hablaban de amores imposibles o posibles, de engaños y perdones y también, que lo enamoraban de Sandra esos detalles como charlar sus proyectos con tanto entusiasmo; ella los alimentaba, los pulía, aportaba ideas, lo hacía estallar de risa y Pedro adornaba esos momentos con un beso mientras abrazaba sus mejillas con ambas manos. En algún rincón de su alma Pedro sabía que, lo que sostenían sus manos, era el corazón de Sandra que latía en sus sonrojadas mejillas.

Sandra. Ella era un tema aparte. Había tenido con Pedro una relación inocente a mediados de los ’80 que terminó muy rápido. Pedro no pudo esperar que ella traspase las barreras del entonces prohibido, sucio e indecente llamado deseo. Del enigmático e inquietante calor en la piel, en las manos, en los besos, en todo el cuerpo. Lo sentían los dos pero ella, a sus diez y seis, no se animó a romper las reglas y Pedro se alejó con las urgencias propias de su edad.

Desde entonces, se veían cada tanto porque siguieron coincidiendo en calles y vecinos. Solo cuando, después de casi dos décadas, la tecnología llegó a manos de ambos, sus encuentros se volvieron más seguidos, aunque virtuales y furtivos. El nuevo siglo los encontró con familias armadas y recuerdos contenidos. 

Pedro, bromeando, se presentaba cada vez - Hola, soy Pedro, es la primera vez que vengo – Sandra se reía iluminada. Le mostraba el paso de los años en las fotos y vídeos de sus hijas y se preguntaba, preguntándole a ella, si eso no la aburría y no podía creer que, por el contrario, Sandra sentía que ese mínimo momento de la vida de Pedro le pertenecía. Miraba los ojos y las manos de él y lo escuchaba sin prestar demasiada atención al relato sino a su voz, la misma que tantas canciones había entonado solo para ella. 

Hubo una primera vez. Fue un día apretado de nervios, más de Sandra que de Pedro. Un primer día que hubiera estado increíble de no ser por el miedo que no se corrió del medio. Sin darse por vencidos cada uno volvió a su vida. Ya no pisaban la tierra de la misma forma, habían cruzado la barrera del deseo. Ahora se buscaban sin urgencias, conocían los dos muy bien lo que significaba el calor en la mirada, ese increíblemente esperado tiritar del estómago, las rodillas inquietas, las manos charlatanas. Ahora entendían que el deseo entre ellos, era una emoción persistente. 

Ya habíamos contado las dotes de la voz de Pedro, para no repetirlo solo diremos que ni su madre reconoció jamás que podría haber sido un buen cantante. Eso para él no tenía importancia, había logrado su club de fans que estaba fundado y presidido por la única que amaba hasta su voz: Sandra, que arriesgaba todo por cada show de él en vivo. 

Un día, cuando las cartas ya eran hologramas delante de la cara de quién debía recibirlas, Sandra leyó en el aire letras desordenadas y enseguida llegó la melodía para darles un orden y sonar: “ella vio sus ojos profundos de quien vive soñando otro mundo, y de él se enamoró”. 

Solo bastó levantar la mirada para encontrarlo, dieron un par de pasos y sus manos se tocaron. Pedro había cumplido 82 a fin de año, a ella le faltaban meses para llegar a los 76 pero eso tampoco tenía alguna importancia. Los dos sabían de memoria el calor de sus miradas, el tiritar de sus estómagos, sus rodillas inquietas, sus manos (las de él) abrazando un beso en la boca (la de ella)

viernes, 13 de noviembre de 2015

Lluvia

La lluvia esta convencida que todo lo puede. Algunos corremos para que no nos alcance y ella lo disfruta. Otros se esconden pero ella sabe donde, pareciera que todas las cosas del planeta respetan tanta agua sin embargo, en primavera, los Ceibos le demuestran que no es tan así, que ellos siguen con su llama viva y resplandeciente y que, lo que la lluvia arroja al suelo bajo sus ramas, no son más que fueguitos encendidos de quien ama apasionadamente y defiende ese amor.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Azúcar de lunes


En el sobrecito de azúcar leyó "haz de tu lunes otro viernes". Laura sonrió sola en el café de la esquina de su trabajo. Era lunes y era también, justo lo que ella estaba pensando. Quería que fuera viernes porque ese día se habían vuelto a ver después de casi cuatro años, o sin casi.
Sus ojos aún estaban en viernes por la noche; su sonrisa, su pelo, sus manos inquietas, cruzadas en cada foto para no tocarlo, porque las ganas seguían dando vueltas. Nunca se habían resignado al no se puede y jamás lo harían. Esas ganas volaban por el aire del restó como polen que lleva y trae la abeja en sus patitas.

Laura se concentra. Hay que seguir: guardar las alas para que nadie más las note, sonreír con los mensajitos del whatsapp, esperar la suerte de otro viernes en la vida y alguna frase de sobrecito de azúcar que la vuelva a acercar a él.


viernes, 25 de septiembre de 2015

Tregua (agosto de 1990)

Le temblaron las manos,  no pudo contener la mueca que su boca dibujó y sus ojos, rebeldes,
lo miraron sin parpadear por un largo rato, creo que por tres estaciones.
Él dormía sentado, abrigado con su sobretodo azul y sus alas intactas.
Él, que ni hubiera pensado volver a encontrarla, dormía mientras ella, que lo había buscado incansablemente en cada espalda, en cada Cañuelas cada mediodía,  lo fue a encontrar justo allí indefenso, dormido, en el Roca, en Banfield, tan temprano.
Y cuando tomo las suficientes fuerzas lo atropelló en el andar rápido de quien sale apurado para que la mire, ya habían llegado a Plaza; estaban frente a frente otra vez.
Ella sentía que todo temblaba, hasta su voz y él…
Su boca dibujo una mueca que no pudo controlar y sus ojos,  rebeldes, la miraron sin parpadear por un largo rato y con sus alas envolvió  su alma y la abrazó.

Y dijeron Gracias los dos al mismo tiempo.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Bar San José

“Mañana paso a darte un beso, linda”. Estaba escrito en una servilleta sobre la mesa que ella eligió, la de todas las semanas.
Durante más de tres años no tuvieron la suerte de encontrarse; el mozo, que ya los conocía, limpio la mesa pero dejo el mensaje. Cortado en jarrita Daniel por favor, mientras leía el papel.
Saco el celular de la cartera. Abrió whatsapp y escribió “te encontré, gracias lindo, que tengas un buen día".
Lo entrañaba, realmente lo entrañaba.
Él ya estaba en la autopista casi llegando a Liniers cuando escucho su teléfono, si no era ella seria Rodri que le avisaba donde iba a estar ese día para que pueda pasar. Pero era ella.
Un poco más cerca del corazón tenía la lapicera que lo invitó a firmar la servilleta. Respiro aliviado.
La extrañaba, realmente la extrañaba.
Se escribieron de a ratos; él no le dijo nada nuevo, ella siempre leía entre líneas.
Donde nos cruzamos pregunto un globito del whatsapp. 
Él apretó el teléfono en su mano. No lo dudo. En la costanera sur y da igual si llovizna otra vez, total cubro tu alas con mi abrazo.

Se extrañaban, realmente, y se entrañaban.

VIII

Te hablaré del hombre de tu nombre.
Comenzaré por decir que me encienden
tus luciérnagas marrones.
Pasaré por tu buzón de lenguas
cartas de memoria
Llenaré con mis letras tu adentro
tembloroso y vigía
También mencionaré tu tallo
que logra mis pequeñas muertes
sonoras
De las mariposas de tu panza
no hablaré, las guardaré en el aire 
para que no se escapen
De tus alas
que abrazan aun de lejos
describiré el abrazo 
con que cubres mis alas
para que nos recuerdes
cuando quieras volar.
Y finalmente detallaré tus huellas
las que mis pies siguen jurando
que quedaron marcadas en mi arena.

VII

Permíteme hablar
de tu boca.
Tanto tiempo
mirándola,
      siguiendo
el movimiento finito
de tus labios,
      disfrutando
tu risa desde lejos.
De repente un día
            se hizo mía,
tu respiración,
tus palabras como peces
saltando felices
en la corriente
del río de tu voz.
            Y tu sonrisa,
viento de verano
que trae alivio.
Todo eso es tu boca
que fue mía alguna vez

             y para siempre.

Cercano

Detuvo su vuelo justo a nuestros pies.
Nos miro, nos canto una serenata
y la llovizna parecía
no molestarnos esa tarde,
entonces te acercaste
y nuestras caras,
nuestras manos,
nuestras almas
Nos dimos cuenta que
ya estábamos juntos hacia rato,
solo faltaba encontrarnos
frente a frente.
el cardenal se voló,
y nos dejo solos.
                        Ya estábamos muy cerca.

VI

Dime que es lo primero
que pasa por tu mente
cuando cierras los ojos.
Una cara, los labios, la mirada?
Su música al hablar, sus curvas,
sus abrazos, el sonoro ruido de sus pasos.
Que pasa por tu mente
en un primer momento
sin la luz de la lámpara,
pero el tu iluminado?
Lograste encenderla?
A tu ella, a él,
a ambos iluminados e inocentes?
Que piensan tus ojos
cuando sus manos te mencionan y emocionan?
Cuál es la reacción de tu cuerpo
ante esa mirada cálida
que en un mínimo parpadeo
llega al alma

y se hace un bollito acurrucado?

V

A veces,
en el insomnio,
creo escuchar tu
respiración
sentir tu olor.
Giro en la
almohada y
tus manos, tus ojos
tu boca.
Estas aquí?
Te extraño
A veces
               casi siempre

sábado, 12 de septiembre de 2015

El mar por delante

Hace treinta años, para llegar a él debíamos atravesar médanos que nos parecían interminables; con los chicos, en los veranos, la prenda era correr hasta la cima cuando alguno se mandaba una boludez de esas insalvables.

¡Ni en sueños ibas a poder ver el mar desde la calle 1!

Escuchá: el agua le declara su amor a la arena en cada ola…
Hace muchos años que lo veo desde la casa, ¡Cada vez que abro la ventana me dan ganas de salir corriendo! Y por las noches lo escucho suspirar suavecito, en la playa. Se acerca como tomando confianza, se hace amigo de los pescadores que colocan los trasmallos y las redes pero, a veces, se enfurece y nos recuerda su dolor… extiende los brazos como látigos tratando de aferrarse... Quizás, detenerse en un lugar que ya no está…
¿Por qué el mar? 
Porque nos hicimos amigos, porque nos ayudó a llegar a la playa ese verano que entramos con Vero y no podíamos salir... Recuerdo que nos hicimos las cancheras pero estábamos muertas de miedo.

Y porque crecimos con él y siento que hay algo que le debo.

Caja de sorpresas


Pasaron más de veinte años para que Clara llegue a la esquina de la 15 y 78 y cruce la modestísima cerca, la casa parecía estaqueada a los costados para que no se abriera cual caja de sorpresas.
Caja de sorpresas, eso pensaba Clara;  cada vez que escuchaba el crujir de alguna madera su mente llegaba en forma instantánea a esa casa. Desde chica daban vuelta en su imaginación cientos de historias sobre ella: ánimas en el jardín, pasos quejándose en la planta alta... El caso es que la primitiva casilla estaba abandonada desde siempre.
Aunque los vecinos más antiguos del lugar juraban que allí fallecieron en un incendio una mujer y su hijita de seis años, el lugar no parecía haber sufrido el castigo de las llamas en algún momento de su historia.


Ahí estaba Clara en el jardín temido, pero no vio ningún fantasma. Abrió la puerta y paso como si la estuvieran esperando, la suciedad del abandono se parecía al hollín que deja el fuego, adentro estaba tan oscuro y frío.  Las maderas del techo crujieron, eso era cierto. Su piel ardía como de haber tomado mucho sol, subió las escaleras sonriendo.

Las medias son para las patas




Tanto había sido el sacrificio…tantas horas dedicadas a ordenar, cocinar, atender.  La Nueva Italia ya era “la” fábrica de pastas de la estación Temperley cuando ellos se casaron. El, había heredado el lugar de su padre y junto a su mamá y a su flamante esposa llevaban adelante el negocio familiar.

Tan bien les iba que decidieron ofrecerle a su empleado ser socio y por supuesto, éste acepto. Además de socios habían entablado una hermosa amistad: dos matrimonios jóvenes, con bebes y toda la vida para disfrutar y crecer comercialmente.

Aquella madrugada Tito se levantó como siempre  para comenzar a trabajar, solo que esta vez, aún con las persianas bajas y la puerta bien cerrada, faltaban las dos máquinas principales, la Estanciera con la que entregaban sus pastas a los restaurantes y despensas más importantes de la zona y toda la mercadería que pudo entrar en ella; sobraban el asombro, la desilusión y las facturas firmadas para pagar esa semana. 

A su buen amigo y socio no lo pudieron encontrar, “habían viajado de urgencia” dijeron los vecinos. 

La Nueva Italia, en pleno auge,  bajo para siempre sus persianas. Ya lo decía mi madre: “Las medias, son solo para las patas” 

IV


Como Abril, Agosto o un martes
en otoño, riendonos o no
encontrarnos tenía que ver con esas cosas
con todas esas cosas
Abril, Martes, Otoño y Reir

III


Sabes con que estoy escribiendo este poema?
con la tinta que nuestro amor dejo
que aunque parezca gastada en apariencia
mira como sigue escribiendo nuestro amor.

II


Ese beso que te di en la cicatriz
la que trataste de borrar
sellándola con la gotita
y yo la vi.

Ese beso es por mirarte más allá
es por la herida que no queres mostrar
y yo la vi.

jueves, 10 de septiembre de 2015

I


Lo lleva guardado en la palma de su mano
lo llama en la letra de su nombre
lo esconde, mensaje en la botella
y por fin llega ella y se disfrutan.