lo miraron sin parpadear por
un largo rato, creo que por tres estaciones.
Él dormía sentado, abrigado
con su sobretodo azul y sus alas intactas.
Él, que ni hubiera pensado
volver a encontrarla, dormía mientras ella, que lo había buscado incansablemente
en cada espalda, en cada Cañuelas cada mediodía, lo fue a encontrar justo allí indefenso,
dormido, en el Roca, en Banfield, tan temprano.
Y cuando tomo las suficientes
fuerzas lo atropelló en el andar rápido de quien sale apurado para que la mire,
ya habían llegado a Plaza; estaban frente a frente otra vez.
Ella sentía que todo temblaba, hasta su voz y él…
Su boca dibujo una mueca que
no pudo controlar y sus ojos, rebeldes, la
miraron sin parpadear por un largo rato y con sus alas envolvió su alma y la abrazó.
Y dijeron Gracias los dos al
mismo tiempo.