sábado, 12 de septiembre de 2015

Las medias son para las patas




Tanto había sido el sacrificio…tantas horas dedicadas a ordenar, cocinar, atender.  La Nueva Italia ya era “la” fábrica de pastas de la estación Temperley cuando ellos se casaron. El, había heredado el lugar de su padre y junto a su mamá y a su flamante esposa llevaban adelante el negocio familiar.

Tan bien les iba que decidieron ofrecerle a su empleado ser socio y por supuesto, éste acepto. Además de socios habían entablado una hermosa amistad: dos matrimonios jóvenes, con bebes y toda la vida para disfrutar y crecer comercialmente.

Aquella madrugada Tito se levantó como siempre  para comenzar a trabajar, solo que esta vez, aún con las persianas bajas y la puerta bien cerrada, faltaban las dos máquinas principales, la Estanciera con la que entregaban sus pastas a los restaurantes y despensas más importantes de la zona y toda la mercadería que pudo entrar en ella; sobraban el asombro, la desilusión y las facturas firmadas para pagar esa semana. 

A su buen amigo y socio no lo pudieron encontrar, “habían viajado de urgencia” dijeron los vecinos. 

La Nueva Italia, en pleno auge,  bajo para siempre sus persianas. Ya lo decía mi madre: “Las medias, son solo para las patas” 

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