Tan bien les iba que decidieron
ofrecerle a su empleado ser socio y por supuesto, éste acepto. Además de socios
habían entablado una hermosa amistad: dos matrimonios jóvenes, con bebes y toda
la vida para disfrutar y crecer comercialmente.
Aquella madrugada Tito se levantó
como siempre para comenzar a trabajar,
solo que esta vez, aún con las persianas bajas y la puerta bien cerrada,
faltaban las dos máquinas principales, la Estanciera con la que entregaban sus
pastas a los restaurantes y despensas más importantes de la zona y toda la
mercadería que pudo entrar en ella; sobraban el asombro, la
desilusión y las facturas firmadas para pagar esa semana.
A su buen amigo y
socio no lo pudieron encontrar, “habían viajado de urgencia” dijeron los
vecinos.
La Nueva Italia, en pleno auge,
bajo para siempre sus persianas. Ya lo decía mi madre: “Las medias, son
solo para las patas”
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