miércoles, 4 de julio de 2018


El mismo cielo


Después de más de un mes de lluvias por fin salió el sol y el cielo volvió a mostrar su cara. Fabián aprovecho, tempranito destendió la cama y lavó las sábanas. Había bajado la temperatura y él respiraba hondo en la terraza el aire era fresco y limpio como hacía rato no pasaba.
Agarró una sábana y la extendió en la soga, celeste y plena, parecida al cielo sonrió Fabián en su pensamiento y agarró después la otra y la colgó bien estirada y en medio de ambas tendió la funda blanca y todo bailaba libre al viento de la mano de una soga tensa mientras él daba unos pasos atrás con los ojos cerrados.
Abrió los ojos y la vio flameante frente a él, no había vuelto a sentir esa brisa en su cara; el frío llegaba a los huesos, no le importaba, un calor eterno de soberanía lo sostenía. Volvió a cerrar los ojos, se estremeció entre gritos, estallidos y explosiones. Se volvió a estremecer con el calambre de su estómago vacío. Corrió y siguió corriendo nunca supo cuánto tiempo, hasta que se hizo de noche y todo fue calor y oscuridad.
No se animó a mirar a su alrededor, el cielo ardía. No se animó a mirar, no habló hasta que le preguntaron algo. No entiendo dijo. Paso un tiempo sin tiempo y al despertar había sabanas en su cama, comida en el plato y vendas en la pierna herida. Se apretó el pecho mirando desconfiado alrededor. Suspiró.
Ahora una brisa parecida acariciaba su rostro en la terraza. Era junio otra vez, como el día que bajaron del tren en Retiro. Fabián mira sus sabanas tendidas parecidas al cielo, suspira, todavía siente un calor de soberanía en su pecho.


                                                                                                          

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